Valeria, con un modo perezoso, iba y venía por el zaguán de la casa. De repente se dirigió al rancho, extendió la hamaca y se acostó. Posó su mirada en un árbol repleto de mangos zapallos; mientras pensaba en algo que le hizo cantar.
En tanto, afaná y con un azaramiento bellaco, se sumergía ña Chica, la madre de Valeria, reovolviendo los porotos en el fogón. Chica escuchó pasos, miró hacia el patio y era mamita Toña, quien salía. Sacudiéndose el pollerón y con una mano en la cien, miró al cielo y dijo "Pos pos Chica, mirá que ya ta eshhh Juancho arriba". Ña Chica fuliminó con una mirada a la madre de su compañero por más de trinta años y replicó "La jaaambre, la jaambre! Si uste na ma sireve ehj pa comé y jodé". Mamita Toña, medio sonreída se mantuvo en silencio.
En eso llegó Lino, el señor de la casa "Quiubo Chica, como anda la comía?"..."Ya va tando los poroto, sentate que te vo a serví", respondió su concubina. Juancho estaba en su máximo brillo y así mismo era el calor que dejaba sentir sobre los llanos de Cucula. Ña Chica sofocá, continuaba preparando la comida. Los hermanos de Valeria llegaban del trabajo y se sentaban frente a la mesa, en espera de que su mamá les sirviera el almuerzo. El trepa que sube era mayor en la cocina y Chica se azarba más.
Valeria depués de dejarse llevar por sus pensamientos, se levantó de la hamaca y se dirigió al fogón, donde estaba la señora de la casa. "Mama ya ta la comía?....jo es que tengo una jaaaaaaaaabre", dijo con voz desdeñosa. Para que fue eso. Chica sintió como si le huebiesen halado de las orejas. Furiosa se volteó para mirar fijamente a su hija "Bueno Valeria! vo que creei? que yo na ma vivo aquí?. Paso toa la mañana en ehg fogón, jaciendo los oficios y vo no me mudai ejj en na". La muchacha quedó sorprendida con el reclamo de su madre, la miraba temerosa pero con resentemiento. La mamá continuó con su reproche "Yo cansá he teniu qie jacé tooo. Que si buscaaa agua ahhl pozo, que si lavá la ropa en la quebrá!, toitico y vo por ai; ahora veniiii a pedime comía de primero. Jo es que vo no pensai".
Valeria quedó sin palabras. Pero un leve atque de ira le hizo reaccionar. Posó sus ojos sobre la cara de la madre y dijo "Así que uste ta es bravaaaaaaaaaaaaa? Mire mama yo pasé toaaa la mañana poraquí y uste no me mandó a jace na". Chica, con voz fuerte y brusca recriminó "Aaaaaaaaaa y me respondeiiiii? acaso yo te tengo manda a jace las cosas, pa ve Mon si no te mando y vo vai".
Valeria iba a continuar la discusión, cuando su mamá le dijo "Y seguiii, pa date unos tucaso en eheh cocote por magcria". Hubo un momento de silencio, la joven frunció el ceño y salió casi corriendo al zaguán. Chica, moleta y algo triste por el altercado con su hija, continuó sirviendo la comida. El almuerzo terminó y en la casa de los Peralta, reinaba en ese momento, un ambiente de distancia. La doña terminó de lavar los utensilios de la cocina anta la mirada entre escondida de Valeria. Ambas, madre e hija no se dirigieron la palabra en el resto de la tarde.
A la hora del Ave Mará, cuando ya el sol estaba para dormir, Valeria, sin chistar una frase, salió de su casa y se drigió al rancho de Simón (Mon), su prometido. La vivienda estaba al otro lado de la quebrada de Cucula, en lo alto de una loma.
La moza, ya mas calmada y desviando su pensamiento de aquel incidente desagradable, entonó una tonada de tambor "Adiós florecita blaaannnnca y adiosito que me voy. Y aaaaheeeeeejee ioujo oujoiga, adiós floricita blanca y adiosito que me voy"; así Valeria caminaba por el bajo llano próxima a pasar la quebrada de Cucula.
La quebrada de Cucula es una simple pero bella corriente de aguas cristalinas, cubierta por una telaraña de inmensos árboles de mango, nance, marañón y los imponetes guavitos y javillos. El agua es custodiada por brillantes piedras finamente encajadas en los barrancos.
Valeria bajó el camino de la quebrada, por el lajero, lugar donde ella y su madre acostumbran a lavar. Al cruzar el charco cotempló se mundo tan especial, un lugar tranquilo. La fuerte brisa que choca ba contra los frondosos árboles, el lejano canto de las gallinas, el ladrido de lo perros o el jupeo de los peones que regresaban de la faena.
Al momento de cruzar la quebrá, Valeria escuchó un ruido, un poco más arriba, en el lajero, debajo del árbol de javillo. Miró y observó algo extraño. Ella se preguntó "Jo que será, eso un muchachito a estas hora?". La figura de un niño de piel muy blanca y lisa, sin cabellos ni cejas se dejaba ver ante ella. Valeria continuó caminando pero escuchó nuevamente el ruido, esta vez la mujer quedó contraída del miedo, su piel tornose pálida, la lengua se le calambreó. El ruido siguió, esta vez mucho más fuerte, la temerosa mujer casi desmaya, las piernas le flaquearon al ver eso horrendo espectro que emitía un desgarrador gemido como de odio y dolor.
Un hombre pelón, sin cabellos, con la piel cuebierta como de baba y sangre, deforme, no tení ojos y tampoco nariz, era un masa blanca y salpicada de carne y sangre. Ante los ojos idos de Valeria, el hombrecito crecía y crecía. Y de pronto se lanzó sobre ella.
"Ay ayyyyyy mama", gritó Valeria y retrocedió despavorida. En ese momento el bulto de carne se dejó caer sobre las aguas, emitiendo un quejido que estremeció el lugar. "Ay Dios mío", dijo Valeria aturdida y corrió mucho más rápido.
La muchacha llegó a la casa, sin aliento, casi muerta, no podía hablar, estaba tan blanca como la arina, temblorosa y con seguidas convulciones. Todos se alarmaron al verla como estaba. Chica le echó agua y decía "Valeria, Valeria, que te pasooooo. que te pasó, pojhg caridá" Valeria tirada en el piso seguía convulsionando y solo abría los ojos.
Y entre quejidos grito "ayy mama, el coquipelao de la quebra". Mamita Toña se percinó y con voz fuerte dijo "Ajoooooooooooo eso es cosa mala". En seguida comenzaron a rezar para espantar lo malo del lugar. Valeria ya más calmada, aunque un tanto tartamuda, dijo "Un bicho mama, una cosa muy fea en la quebraa, un coquipelao".
Mamita Toña se sonrió y señaló a Valeria "Visti, visti,pohhr pelia con tu mama te salió un espíritu malo". Valeria escuchó lo que dijo su abuela y le ofreció disculpas a su madre y le pidió la bendición.
Después de eso, toda la llanura supo lo que le había pasado a Valeria, la hija de Lino Y Chica, y cada vez que atravesaban el lajero, se hacían la señal de la cruz para que no les saliera el coquipelao de la quebra.